
Los Cowboys parecían estar en relativo control de la situación, llevando la dinámica del partido como pretendían y con la ventaja en el marcador en los últimos cinco minutos. Del otro lado, los Patriots tenían dificultades para mover el ovoide y su defensa mostraba toda clase de deficiencias para tacklear. Pero, fue en el momento clave cuando se marcó la diferencia que separó realmente a uno de otro conjunto.
Dallas ganaba 16-13 con menos de cuatro minutos por jugar. Con el balón su poder, el entrenador Jason Garrett ordena correr tres veces seguidas, algo totalmente opuesto a lo que generalmente hacen. No estuvieron ni cerca de conseguir un 1º down, tuvieron que despejar y le dejaron 2:20 a los Patriots con la oportunidad de revertir el marcador.

¿A qué voy con todo esto? Que un partido bien planificado se puede estropear por errores u oportunidades desperdiciadas. En los minutos finales, los Cowboys no fueron capaces de asegurar el triunfo, en parte por decisiones propias, mientras que los Patriots, pese a no haber hecho un gran partido, encontraron la forma para ganar. Y detalles de esa índole son los que terminan separando a un equipo que es solo bueno de otro que es de elite.
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