En 2004, los Boston Red Sox terminaron con la maldición de 86 años sin campeonatos, para adjudicarse la Serie Mundial de aquella temporada, recordada por la histórica remontada ante sus archienemigos New York Yankees en las finales de liga americana. En 2007, repitieron la faena, aunque en ambos casos los bostonianos aseguraron el título como visitantes (St. Louis y Denver), por lo que seguía viva una sequía. El último título logrado en casa se había dado en 1918, con Babe Ruth a la cabeza y en esta ocasión, pretendían romper la llamada maldición del Monstruo Verde.
Los Red Sox regresaban a Fenway Park tras haber ganado como visitantes los partidos cuatro y cinco de la serie frente a los St. Louis Cardinals, y sólo una victoria los separaba del título. Los locales no perdieron la oportunidad y desde la tercera entrada comenzaron a marcar diferencias. Primero, con un batazo de Shane Victorino que trajo las tres primeras carreras y luego, en el cuarto inning, un home run de Stephen Drew que dejó el marcador 4-0, el cual se iba a extender hasta el definitivo 6-1.
Era cuestión de tiempo para que se confirmara el triunfo de Boston, el mejor equipo de la temporada y con mayor poder bateador en la temporada regular, condición que ratificaron relativamente en las tres series de playoffs. David Ortiz, protagonistas en los dos títulos anteriores, volvió a ser el "Big Papi" y frente a los Cardinals firmó un rendimiento digno de una leyenda, promediando .688 en bateo, con dos home runs y siete carreras impulsadas. El premio de MVP de la serie se cuenta sólo.
El último out, concretado por un lanzamiento del relevista Koji Uehara, desató las celebraciones por todo el diamante de Fenway. Ortiz, Pedroia, Ellsbury, Victorino y en general, toda la escuadra dirigida por John Farrell son los héroes de estos Red Sox, que logran su tercer título en la última década, el octavo de su historia y el primero festejado en su patio, en casi un siglo. Como en los tiempos de Babe.
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