viernes, 24 de junio de 2011

Jason Kidd

No lo pude ver cuando ganó el premio de novato del año en 1996 ni tampoco después, cuando comenzó a destacarse en Phoenix. Pero recuerdo claramente que mis inicios como seguidor de la NBA, se asocian mucho a Jason Kidd y su etapa con los New Jersey Nets.

Visión de cancha, velocidad, pases precisos, conducción de la ofensiva, jugadas de contra ataque y canastas propias. De todo eso era capaz Kidd, quien por siete temporadas y media fue el líder de los Nets, guiándolos a dos apariciones consecutivas en Finales de NBA (2002 y 2003, ambas fueron derrotas). Por todo aquello fui muy fan de Jason en esa época.

En los últimos años y, por efectos de la edad y las lesiones, comenzó a decaer su rendimiento. Claramente, sus promedios de puntos y asistencias han declinado en comparación a aquellos años en New Jersey, donde casi siempre marcaba dobles o triples decenas. Pero la calidad y la experiencia se han mantenido intactos.

Así lo demostró en las recientes Finales quien, pese a forzar varios pases, en los momentos más difíciles no le tembló la mano. Si no era por algún triple crucial (facultad que ha ido mejorando con el paso de su carrera), era por alguna decisión correcta que derivaba en puntos para su equipo.

Dicho y hecho. El pasado 13 de junio y con 38 años de edad, Jason por fin pudo ganar un campeonato. Y fue en ese instante de jubilo, mientras era entrevistado en la ceremonia de premiación, cuando comenzaron mis recuerdos de esos años en los Nets. Se hizo justicia con uno de los mejores bases de la actual era y así como recordaba esos partidos antiguos, fue inevitable la sonrisa que se dibujó en mi cara, mientras veía la entrega del trofeo por televisión.

Siempre es grato ver a un grande en un momento de consagración y Jason Kidd es uno de ellos. Salud!

viernes, 17 de junio de 2011

Boston Bruins, 39 años después

Cada año, la postemporada de la NHL presenta historias muy atractivas, desde la primera ronda hasta llegar a la definición por la Copa Stanley. Esta vez, no fue la excepción. Por el título, se enfrentaban Boston Bruins y Vancouver Canucks. Boston, regresando a una final desde su última incursión en 1990 y superando dos séptimos juegos (ante Montreal y Tampa Bay) en las series del Este. Vancouver, poseedor del mejor registro de la liga en temporada regular (117 puntos) e intentando ganar la Copa por primera vez.

En los primeros seis juegos, predominó la condición de local. Los Canucks sacaron ventaja en su casa (cada triunfo por un gol de diferencia) y los Bruins respondieron, cuando les tocó jugar en su pista (17 goles en sus 3 partidos como local). Tres victorias por bando y con ello, había que definir el nuevo campeón en un séptimo juego, el 16º en la historia de las finales y el 6º en la última década.

4-0. Los Bruins, pese a rematar al arco mucho menos que Vancouver, lograron imponerse a domicilio y con todo el público en contra, para finalmente adjudicarse su sexto título de Stanley Cup. El juego físico es su principal característica y además, tienen a Tim Thomas, que es una auténtica prenda de garantía en el arco.

Thomas ganó el premio Conn Smythe, como mejor jugador de los playoffs, y lo hizo estableciendo una marca de más tiros salvados en una postemporada, con 798 y, en unas finales, con 238. Por si fuera poco, se convirtió en el cuarto portero en dejar al rival en cero, en un séptimo juego de finales. A sus 37 años de edad, "The Tank" se consolida como un Goaltender de elite en la NHL.

De esta forma, Boston Bruins terminó con su larga sequía de 39 años sin campeonatos para volver a festejar y, de paso, confirman la buena década deportiva que ha tenido aquella ciudad: 3 Super Bowl's (Patriots - 2001, 2003 y 2004), 2 Series Mundiales de Béisbol (Red Sox - 2004 y 2007), 1 título de la NBA (Celtics - 2008) y ahora, celebran con su equipo de hockey sobre hielo. Un buen -y conveniente- momento para ser bostoniano y empatizar con cualquiera de sus equipos profesionales.

lunes, 13 de junio de 2011

Ambición

Las finales 2011 de la NBA representaron el trabajo en equipo, la superación y capacidad de reaccionar en la adversidad que demostraron los Dallas Mavericks.

Teóricamente parecían inferiores ante el favorito Miami Heat, particularmente, por la presencia del trío Dwyane Wade-Lebron James-Chris Bosh. El primer encuentro ratificaba aquella tesis, Miami pudo sacar diferencia en los minutos finales y con ello, tomar ventaja en la serie.

El segundo juego parecía tomar el mismo rumbo. El Heat ganaba por 15 puntos con menos de 7 minutos en el tiempo reglamentario. Fue en ese momento cuando los Mavericks, en vez de hundirse, resurgieron. Impecable ejecución ofensiva (racha de 22-5 en los últimos 6:19) y paradas defensivas precisas derivaron en un épico triunfo, que los metió de lleno en la contienda por el título.

Ajustando sobre la marcha

Tras perder agónicamente el tercer partido, los Mavericks comenzaron a efectuar una serie de cambios, tanto en la rotación de jugadores como en aspectos tácticos. Aquí, Rick Carlisle empezó a ganar el duelo de entrenadores ante Erik Spoelstra.

Peja Stojakovic, integrante de la rotación pero de pobre desempeño en los primeros tres juegos es enviado a la profundidad de la banca y en su lugar, Ian Mahinmi y Brian Cardinal pasan a tener más minutos en cancha, con el propósito principal de hacer trabajo sucio, frenar los ataques al aro del rival (sobre todo, Wade y James) y cometer/extraer faltas. Correcta decisión que resultó, además, ser idónea para complementar el buen juego ofensivo, caracterizado por la constante rotación de balón, cuya efectividad fue mejorando conforme avanzaba la serie.

Los Mavericks nunca se han caracterizado por ser un equipo con vocación defensiva. Pero en estas finales, lograron hacer lo suficiente para desestabilizar la ofensiva del Heat, la cual terminó apagandose en los momentos cruciales de los partidos. Defensiva en zona, con Tyson Chandler como referente en la pintura, terminó siendo el antídoto para limitar, hasta cierto punto, la producción ofensiva de Miami y junto con una mejor contribución de los tiradores perimetrales (José Juan Barea y Jason Terry), Dallas se fue de su arena con ventaja de 3-2, y a un solo triunfo del campeonato.

Consagración

De regreso en South Florida, los Mavs salieron decididos a liquidar la serie en el sexto encuentro. Resistieron cada intento de Miami por tomar ventaja en el duelo, tomaron rebotes ofensivos claves, generaron perdidas de balón (17 puntos en contra ataque), Jason Kidd hizo las jugadas correctas (8 asistencias), todos anotaban para bien del equipo y en particular de Dirk Nowitzki, quien tuvo una noche difícil (encestó 1 de 12 en la primera mitad - terminó 9 de 27, con 21 unidades), pero aún así, pudo encestar las canastas necesarias en la segunda mitad.

Todo ese conjunto de detalles acabaron en el cuarto triunfo de la serie para Dallas. El último y el que valía por un título, el primero en la historia de la franquicia y el primero en la carrera de cada uno de los integrantes de este conjunto. Desde los más jovenes como Barea hasta los más veteranos como Nowitzki y Kidd.

Un premio al mejor, al que tenía hambre de victoria, al que reaccionó en las difíciles, al que siempre y por sobre todo, jugaba baloncesto colectivo. Triunfo legítimo y como tal, debe ser reconocido. La NBA suma un nuevo integrante a su club de campeones y se llama Dallas Mavericks. Enhorabuena.