lunes, 13 de junio de 2011

Ambición

Las finales 2011 de la NBA representaron el trabajo en equipo, la superación y capacidad de reaccionar en la adversidad que demostraron los Dallas Mavericks.

Teóricamente parecían inferiores ante el favorito Miami Heat, particularmente, por la presencia del trío Dwyane Wade-Lebron James-Chris Bosh. El primer encuentro ratificaba aquella tesis, Miami pudo sacar diferencia en los minutos finales y con ello, tomar ventaja en la serie.

El segundo juego parecía tomar el mismo rumbo. El Heat ganaba por 15 puntos con menos de 7 minutos en el tiempo reglamentario. Fue en ese momento cuando los Mavericks, en vez de hundirse, resurgieron. Impecable ejecución ofensiva (racha de 22-5 en los últimos 6:19) y paradas defensivas precisas derivaron en un épico triunfo, que los metió de lleno en la contienda por el título.

Ajustando sobre la marcha

Tras perder agónicamente el tercer partido, los Mavericks comenzaron a efectuar una serie de cambios, tanto en la rotación de jugadores como en aspectos tácticos. Aquí, Rick Carlisle empezó a ganar el duelo de entrenadores ante Erik Spoelstra.

Peja Stojakovic, integrante de la rotación pero de pobre desempeño en los primeros tres juegos es enviado a la profundidad de la banca y en su lugar, Ian Mahinmi y Brian Cardinal pasan a tener más minutos en cancha, con el propósito principal de hacer trabajo sucio, frenar los ataques al aro del rival (sobre todo, Wade y James) y cometer/extraer faltas. Correcta decisión que resultó, además, ser idónea para complementar el buen juego ofensivo, caracterizado por la constante rotación de balón, cuya efectividad fue mejorando conforme avanzaba la serie.

Los Mavericks nunca se han caracterizado por ser un equipo con vocación defensiva. Pero en estas finales, lograron hacer lo suficiente para desestabilizar la ofensiva del Heat, la cual terminó apagandose en los momentos cruciales de los partidos. Defensiva en zona, con Tyson Chandler como referente en la pintura, terminó siendo el antídoto para limitar, hasta cierto punto, la producción ofensiva de Miami y junto con una mejor contribución de los tiradores perimetrales (José Juan Barea y Jason Terry), Dallas se fue de su arena con ventaja de 3-2, y a un solo triunfo del campeonato.

Consagración

De regreso en South Florida, los Mavs salieron decididos a liquidar la serie en el sexto encuentro. Resistieron cada intento de Miami por tomar ventaja en el duelo, tomaron rebotes ofensivos claves, generaron perdidas de balón (17 puntos en contra ataque), Jason Kidd hizo las jugadas correctas (8 asistencias), todos anotaban para bien del equipo y en particular de Dirk Nowitzki, quien tuvo una noche difícil (encestó 1 de 12 en la primera mitad - terminó 9 de 27, con 21 unidades), pero aún así, pudo encestar las canastas necesarias en la segunda mitad.

Todo ese conjunto de detalles acabaron en el cuarto triunfo de la serie para Dallas. El último y el que valía por un título, el primero en la historia de la franquicia y el primero en la carrera de cada uno de los integrantes de este conjunto. Desde los más jovenes como Barea hasta los más veteranos como Nowitzki y Kidd.

Un premio al mejor, al que tenía hambre de victoria, al que reaccionó en las difíciles, al que siempre y por sobre todo, jugaba baloncesto colectivo. Triunfo legítimo y como tal, debe ser reconocido. La NBA suma un nuevo integrante a su club de campeones y se llama Dallas Mavericks. Enhorabuena.


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