jueves, 8 de febrero de 2018

Philly, Philly!


por Miguel Meléndez
Twitter: @journalistmike

La temporada que acaba de concluir en la NFL estuvo marcada, entre otros sucesos, por lesiones que perjudicaron el andar de varios equipos. Vimos como los Green Bay Packers pasaron de ser una máquina ofensiva a ser un conjunto casi inofensivo luego de la lesión de Aaron Rodgers. Vimos también como los Houston Texans dejaron de ganar partidos al perder a su prometedor mariscal DeShaun Watson. Esta cadena de hechos desafortunados parecía tener continuidad en diciembre, momento en que los Philadelphia Eagles lamentaron la baja de Carson Wentz luego de una lesión en los ligamentos. El pensamiento lógico nos llevó a muchos a dar por hecho que los Eagles no iban a durar mucho tiempo en los playoffs, tan solo por haber perdido a su joven estrella. Bajo el argumento establecido en que la presencia de un buen quarterback es fundamental para obtener el éxito, el hecho de no tener a Wentz para el último era casi una crónica de eliminación prematura.

Lo que muchos no consideramos debidamente fue que Doug Pederson, al igual como supo hacerlo frente a otras bajas, es un entrenador que demuestra tener muchas cualidades para planificar y ajustar en caso de inconvenientes, a pesar de su corta trayectoria como head coach. Tomó algunas semanas, pero finalmente el sustituto Nick Foles encajó dentro del esquema, entró en ritmo y poco a poco le fueron dando las riendas de la ofensiva Eagle. Al principio, jugaba para no equivocarse. Eventualmente, terminó jugando para destrozar oponentes. Aquí se nota mucho la influencia del grupo de entrenadores, pero también cobra mucha relevancia el talento del propio jugador. Hasta mediados de diciembre no había tomado un solo snap en partidos oficiales de esta temporada y hace pocos días, en la disputa del Super Bowl LII, tomaba decisiones rápidas y acertadas, con un nivel de precisión digno de quarterback de elite y no de alguien que entró a jugar de emergencia.

Aquí también se ve la actitud y la personalidad de Nick Foles quien, vale recordar, no es precisamente un niño. En su primera etapa con los Philadelphia Eagles (2012-2014) fue titular por casi dos años hasta que una fractura de clavícula lo terminó marginando de la organización. Y en su retorno, tuvo (de forma imprevista) su oportunidad y la aprovechó, jugando al más alto nivel y cuando había más presión. Ese atrevimiento de Foles se refleja también en todo el plantel de estos Eagles, que por las características de cada uno de sus miembros parecen estar elegidos adecuadamente para jugar en este conjunto y bajo los esquemas de Doug Pederson, Frank Reich y Jim Schwartz.

Talento, velocidad, astucia y sobre todo, hambre de victoria. Para los Eagles no era solo ganar los partidos. Se trataba de arrollar al rival de punta de yardas y anotaciones por montones. Era abrir la cancha con los receptores, machacar con los corredores y presionar con los cuatro frontales. No era un simple playbook, era echar a volar la imaginación con jugadas impensadas. Sacar un flea flicker de media cancha para timbrar los pasajes al Super Bowl y en la misma definición, jugarsela en 4th & goal en lugar de jugar por los tres puntos y al hacerlo, ejecutar una variable del wildcat con el mariscal ejerciendo de receptor.

Táctica y estrategia. Pero también, ímpetu y valentía. Perdieron a uno, perdieron a dos, perdieron a varios jugadores. Pero los Eagles siguieron jugando y siguieron creyendo en sí mismos. Y Pederson seguía encontrando nuevas fórmulas para ganar los partidos. Un día ganaban pasando, en otro corriendo y en otro jugando defensa. ¿Y en el Super Bowl? tirando pases por toda la cancha, de toda variedad y de la más alta complejidad. Hay que tener personalidad para plantarse frente a la mejor franquicia de este siglo (a.k.a. New England Patriots) y tirar todo el repertorio a la cancha, aún sin tener a toda la alineación titular. Los Eagles pegaban, los Patriots pegaban de vuelta y al final, los Eagles pegaron todavía más fuerte. Nunca aflojaron. De entrada, fueron con sus mejores recursos. Nada de especulaciones, a lanzar y a poner en movimiento a todos los receptores. Y para rematar, una fuerte dosis terrestre, donde el ex Patriota LeGarrette Blount castigó una y otra vez a sus rivales, acorde a como lo hacían todos sus compañeros.

Este triunfo de los Philadelphia Eagles refleja lo que es el fútbol americano: un deporte de conjunto por excelencia. No alcanza solo con tener buenos jugadores, sino que sepan rendir para bien del equipo y dentro de un esquema determinado. Foles dejó de manifiesto, con sus actuaciones, lo necesario que es contar siempre con un buen jugador reserva. En vez de desplomarse, siguieron jugando buen football aún con Nick dentro de la alineación. Y la gestión técnica/gerencial de este equipo demuestra lo valiosa que es la capacidad para saber elegir los jugadores precisos para las necesidades del equipo. No tienen que ser precisamente estrellas, sino que ser lo suficientemente buenos y útiles para el bien común.

En las duras y en las maduras, con titulares y con reservas. De local y de visita. En temporada regular y en playoffs. Y sobre todo, en el Super Bowl. Los Eagles volaron como verdaderas Águilas, con sus largos pases, con sus fuertes acarreos, con sus incesantes presiones y con el siempre furibundo apoyo de una afición leal que por fin ve un campeonato ganado por su equipo. En una ciudad que no tiene muchos títulos deportivos, los Eagles acaban de regalar a Philadelphia, quizás, el triunfo más importante de su historia. El trofeo Vince Lombardi tiene nuevos e inéditos dueños. Y por lo demás, son absolutamente merecedores de ese premio.

Fly Eagles, Fly!


Miguel Meléndez es el creador y responsable de Gringo Sports. Desde 2011 escribe artículos sobre los principales deportes norteamericanos. Además, es conductor y comentarista en el podcast de NFL Chile.

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