domingo, 10 de junio de 2018

Curry, el verdadero MVP


por Miguel Meléndez
Twitter: @journalistmike

Un carisma especial, una presencia inconfundible, una técnica (quizás) irrepetible y un ritmo imparable. Es la principal cara de esta época victoriosa en la bahía californiana y el jugador que mejor representa el estilo de juego que impera actualmente en la NBA. Cualquiera que haya seguido el proceso evolutivo de los Golden State Warriors, desde sus primeros playoffs en 2013 al presente, reconoce en Stephen Curry como el principal artífice de la escalada del equipo guerrero, pasando de ganar partidos y competir en postemporada a coleccionar tres campeonatos en un lapso de cuatro años.

El fenómeno Curry se puede apreciar de diferentes maneras. Primero, como un talentoso jugador, dueño de una prodigiosa técnica para driblear. Con el balón en las manos y en plena carrera, entra en ritmo y muchas veces pareciera estar ignorando la pizarra de Steve Kerr y así llevar el flujo del partido a su propio ritmo, marcando la pauta del juego. Ojo, lo suyo no es solo por rachas y canastas por montones. Lo suyo también tiene una faceta de armador que ha ido puliendo con los años y así es como cada vez interpreta mejor los partidos, identificando situaciones favorables para su equipo. A veces, en vez de tirar al aro reparte el balón para alguien en mejor posición suya y así lograr una fácil canasta.

En segundo lugar, y quizás la faceta más interesante para observar y disfrutar, es cuando se dedica estrictamente a lanzar. Apenas necesita de algunos centímetros de espacio, apenas necesita fracciones de segundo y apenas se desprende de la pelota. Todo eso con una frescura inusitada e impactante. Cuando entra en esas rachas tiradoras, parece apoderarse de toda la escena y puede ser capaz de romper cualquier partido con su flow. Ese estado casi inconsciente se pudo apreciar plenamente en el segundo y cuarto partido de las recientes finales frente a los Cleveland Cavaliers.

En el segundo encuentro, Curry convirtió 16 de sus 33 puntos en el último cuarto. Los tiros caían sucesivamente y los momentos máximos ocurrieron, primero cuando convirtió un triple con un segundo en el reloj de tiro y desprendiéndose del balón con una sola mano (más impresionante aún, fue ver como la pelota tocó solo red) y luego, en una jugada de cuatro puntos cuando metió un triple desde la esquina y en el acto, recibió una falta de Kevin Love. Oracle Arena hizo erupción y terminó en una ovación cerrada, después que Steph convirtiera su noveno triple de esa noche (esos 9 triples son récord para un partido de finales).

Ya en Cleveland, con la serie a disposición de los Warriors, todo el equipo salió a liquidar desde el jumpball del cuarto partido. Curry encabezó la fiesta y de entrada, cuando al buscar una falta, lanza un triple de forma desbalanceada... ¡con éxito y solo tocando red!. Desde ese momento ya se percibía que iba ser otro partido de los grandes para Steph, quien acabó convirtiendo siete triples (37 puntos en total), algunos de ellos desde distancias bien kilométricas, y entre medio añadió algunos dobles en ataques directos al aro, en otra prueba de su evolución como jugador.

Tampoco hay que olvidar que en el primer partido, Curry metió 29 puntos y algunas de esas canastas llegaron en el clutch, cuando había mucha presión, cortando un poco con esa vieja narrativa que "Curry-se-apaga-en-las-difíciles" y en el tercero, si bien apenas convirtió 11 unidades, en el cuarto final metió dos canastas que ayudaron a liquidar ese duelo a favor de Golden State, junto con los 43 puntos que consiguió Kevin Durant en ese encuentro.

A partir de todas sus características dentro de la pista, se genera una tercera forma para apreciar su impacto dentro de los Dubs y la liga en general: su actitud. Curry no solo juega y lanza triples con las yemas de sus dedos, también disfruta del momento y cuando entra en racha, no solo mete un tiro tras otro, sino que sonríe, celebra, anima al público y hasta se pone a bailar. El # 30 de los Warriors es mucho más que un shooting guard, es un artista que brinda espectáculo y los triples son su máxima manifestación artística.

Así como en la música existen los guitarristas virtuosos, habría que decir que en el baloncesto hay tiradores innatos e inconscientes, como Curry y así lo ha demostrado desde 2013, cuando batió por primera vez el récord de triples en una temporada (una marca que después rompió dos veces más). Desde entonces, solo se ha dedicado a jugar cada vez mejor, siendo el principal pilar del ascenso de los Warriors. La fama, los récords, los premios individuales y los títulos con su equipo han llegado como consecuencia.

Curiosamente, en ninguno de los tres títulos de este conjunto de Golden State, el premio de MVP de las finales ha sido para Curry. En 2015, Andre Iguodala fue galardonado. Y en los dos recientes, el distinguido fue Kevin Durant. En los dos primeros casos, eran bien entendibles, pero en este último era donde Curry verdaderamente jugó como el mejor integrante de los Warriors y donde realmente merecía aquel premio, pero la votación oficial declaró lo contrario.

Aunque tal vez eso no importe demasiado. Curry fue la gran figura en tres de las cuatro victorias con que los Warriors barrieron a los Cavaliers y su particular impacto trajo un nuevo trofeo para Golden State, defendiendo con éxito el título obtenido hace un año. El baloncesto de alto ritmo continúa triunfando en la NBA, el juego de triples está más vigente que nunca y por todo eso, Stephen Curry es un auténtico MVP aún si no recibió esa distinción y más que eso, es todo un icono de la actual época en el deporte del balón naranja.


Miguel Meléndez es el creador y responsable de Gringo Sports. Desde 2011 escribe artículos sobre los principales deportes norteamericanos. Además, es conductor y comentarista en el podcast de NFL Chile.

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