jueves, 30 de octubre de 2014

Una noche Gigante

En el deporte norteamericano, los séptimos juegos de una serie siempre son especiales. Se define quien gana la llave y al mismo tiempo, quien queda fuera. Pero si se trata de una serie por el título, no es más que la definición del campeón de la liga. Todo en un partido. De eso se trataba el séptimo juego de la Serie Mundial, disputado anoche en el Kauffman Stadium de Kansas City, donde los Royals habían logrado igualar la serie y con ello, forzar el encuentro decisivo. Y encima, con una estadística a su favor: los últimos nueve Game 7 habían sido ganados por equipos locales.

En apariencia, todo a favor del representante de la Liga Americana y todo en contra del conjunto de la Nacional, San Francisco Giants, que en su historia tenía récord de 0-4 en séptimos juegos del clásico de otoño. Ese patrón parecía estar dándose en el comienzo del juego, donde los Royals anotaron dos carreras en el segundo inning, nivelando el marcador y obligando a que los Giants cambiaran a su pitcher abridor, Tim Hudson, quien no alcanzó a completar dos entradas y fue relevado por Jeremy Affeldt.


La situación en el montículo se tranquilizó un poco más para los visitantes y luego, en el cuarto inning, anotaron su tercera carrera, la cual acabó siendo decisiva en el duelo, gracias a un batazo de Michael Morse que impulsó a Pablo Sandoval hasta el home. El venezolano, quien había inaugurado el marcador en el segundo episodio, fue por lejos el mejor jugador ofensivo de San Francisco, al conectar hit en sus tres turnos al bat, junto con las dos carreras mencionadas y con ello, completó una muy productiva postemporada, promediando .366 al bat. con 26 hits y 12 carreras anotadas.

El equipo californiano tomó la ventaja en la pizarra y en una sabia decisión, decidieron darle el turno de lanzar a Madison Bumgarner, quien pitcheó exitosamente en el primer y quinto juego de la serie -ambos ganados por los Giants- , permitiendo apenas una carrera en 16 innings, además de haber ponchado a 13 bateadores rivales. Claramente, Bumgarner entró como el último relevo anoche con la misión de asegurar el triunfo para los visitantes y no solo lo consiguió, sino que además lo hizo dominando a casi todos sus oponentes.


Completó cinco entradas en las que no permitió carreras y apenas le batearon dos hits (uno de ellos, en el noveno inning). Ponchó a cuatro rivales y retiró a 14 bateadores consecutivos. Un nivel de excelencia propio de los grandes pitchers y si consideramos los dos títulos anteriores de los Giants, Bumgarner ha salido victorioso en los cinco partidos que jugó, promediando 0.25 carreras permitidas. Y tomando en cuenta solo esta postemporada, permitió apenas 6 carreras en 52.2 innings lanzados. Es decir, una media de 1.03 carreras en contra. Sólo Burt Hooton (0.82 en 1981) y John Smoltz (0.95 en 1996) aceptaron menos carreras en una serie de playoffs, en la historia de las Grandes Ligas.

Tres títulos en cinco años y ocho en toda su historia. Los San Francisco Giants están escribiendo una parte importante de su historia en esta década y lo han hecho, principalmente, con buen pitcheo. Como fueron Tim Lincecum en 2010 y Matt Cain en 2012, ahora es Madison Bumgarner quien sobresale en el montículo, con actuaciones que fueron merecedoras de su premio como MVP de la Serie Mundial y con una técnica de lanzamiento que le dio una personalidad intimidante y a la vez, gigante, como bien se llama este equipo y como fue el triunfo de anoche que les valió regresar a lo más alto de todo el béisbol.

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