jueves, 8 de noviembre de 2018

Eastern Coast Trip (IV)


por Miguel Meléndez
Twitter: @journalistmike

Brooklyn / 1 de noviembre, 2018. Cuarto partido de la gira, tocaba tomar el metro y dirigirse hasta la estación Atlantic Avenue, la cual deja a metros del Barclays Center. Es verdad eso que dicen del metro neoyorquino. Es sucio por dentro, pero funciona bien. Eso sí, hay que hacer los viajes con tiempo. A veces, el metro tardaba en pasar y pueden darse contratiempos. Lo bueno es que las señalizaciones están claras, en cuanto a las estaciones, líneas y colores del metro. Desde 33rd Street me dirigí a Brooklyn, en un recorrido que me habrá tomado una media hora. Apenas salí, caminé un poco en un barrio que en apariencia es mucho más tranquilo que Times Square y al entrar por Atlantic Avenue, encontré un tremendo edificio con una creativa fachada. Era el Barclays Center, el estadio que comparten los Brooklyn Nets y los New York Islanders. Ahí era el destino y el cuento de este día era ver hockey sobre hielo de la NHL, donde los Pittsburgh Penguins visitaban a los Isles.

Antes del estadio, recorrí los alrededores y pasé a comer a un local muy cercano al Barclays. Mucha tranquilidad en el ambiente y mucha música Rythm and Blues y/o Hip Hop. Muy urbano, me gustó ese entorno. Mientras almorzaba veía por las pantallas: en una, un panel de discusión sobre los Nets en Yes Network y en otra, NBA TV repetía el partido de la noche anterior entre los Timberwolves y el Jazz, donde Derrick Rose convirtió 50 puntos. Hasta pegó un lagrimeo el buen Rose después del partido. El cielo estaba nublado y el aire bien fresco, aún había tiempo por lo que me tomé con mucha calma el almuerzo. Porción engañosamente pequeña de fettuccini, no comí más hasta la noche. Pasada las 5 de la tarde comencé a caminar hasta llegar al estadio. Estaban comenzando a llegar algunos fanáticos. Fuera del estadio ya noté que predominaban los visitantes. Muchos Penguins, varios con camisetas del ídolo Sidney Crosby, algunos con camisetas de Evgeni Malkin y los más retro usaban la # 66 de Mario Lemieux. Todo en tonos negro, amarillo y blanco.

Roberto Abramowitz, un neoyorquino puro que tiene varios años de trayectoria como narrador deportivo, me alertó que los Islanders no llenaban su cancha. Tenía razón Robert, aparte de no llenar, los Isles tienen una afición pequeña y algo callada. Las camisetas Islanders se confundían con la gente de Pittsburgh, más algunos extranjeros. Habían personas con camisetas de la selección de Suecia. Algo lógico, el hockey se juega mucho en países nórdicos, los cuales aportan con una buena cantidad de jugadores para la NHL. Se abrieron las puertas a las 6 de la tarde, el acceso fue tan tranquilo como el ambiente de todo el partido. De todos los partidos que asistí, este fue sin duda el de ambiente más calmado. En los pasillos estaba Sparky, la mascota de los Islanders que se tomaba fotos con cuanta persona se acercara. Sus colores naranja y azul le daban una presencia algo curiosa, por decir lo menos. Entré a la cancha y mi primera vista es a la pista, que brillaba con el hielo, el cual lo pulían en zamboni en cada intervalo del partido.

Barclays Center es un estadio inaugurado en 2012 y se nota que es relativamente nuevo. Aparte de su construcción, los accesos son muy amplios por dentro y las butacas son muy cómodas. Encima, como predomina el negro dentro del estadio, ese oscuro detalle le da un toque bien especial. Muy Brooklyn, seguro. Ya se acerca el partido, la presentación fue muy formal. El hockey no tiene mucho show como sí pude ver en la NBA. Los jugadores de los Islanders eran todos aplaudidos por igual, no había predilección por nadie en específico. Pero cuando presentaron a los Penguins, Malkin y sobre todo Crosby, recibieron abucheos masivos. Para bien o para mal, parece que todos fuimos a ver a Sidney Crosby. Antes del faceoff y a propósito de la tragedia que había ocurrido en Pittsburgh casi una semana antes, hubo un momento de silencio en la pista. Silencio, tal cual. Nada de bromas. Mientras tanto, en la pantalla aparecía el lema "Stronger Than Hate". Sensato mensaje.

Hora de jugar. Los Islanders presionaban de entrada y el arquero Matt Murray tuvo que intervenir mucho. Los Pinguinos no atacaban, hasta su primera situación de power play donde abrieron el marcador. Dominik Simon recibió el puck y apuntó de una al arco. Golazo, 1-0. Con poco, los Pens lograban marcar diferencias. Son realmente buenos. El hockey no es un deporte masivo en comparación al fútbol americano o el béisbol, pero ver un partido de la NHL puede ser muy entretenido. Atletas que se desplazan a toda velocidad sobre el hielo, usando casco y protecciones y tratando de impactar el puck con un bastón. Por cierto, este encuentro me sirvió para derribar el mito ese que el puck no se distingue in situ. Falso, el disco se ve muy claro y se oye fuerte cuando un jugador lo impacta. Aparte, se aprecia cuando hacen sustituciones en pleno partido. A veces, los dos equipos cambian al mismo tiempo.

Volvamos al partido. Segundo período, los Penguins tenían todo controlado hasta que Josh Bailey quedó mano a mano con Murray y definió con mucha calma. Por fin hubo gritos locales, era gol para los Islanders. 1-1 y el partido se ponía bien interesante. En una esquina, se veían bien inocentes unos fanáticos Islanders que metían ruido y tocaban tambores, tratando de animar. Nunca lograron su cometido. Los Penguins gritaban mucho al principio, pero poco a poco se fueron silenciando. Un par de amagos de pelea en la pista subieron un poco los ánimos, pero no fueron más que insinuaciones. En verdad, el juego era bastante limpio. Con los años, la NHL ha limitado mucho la violencia en los partidos. No sé si personajes como Scott Stevens o Rob Blake tendrían cabida en el juego actual.

Último período y en cuestión de tres minutos, se movió el marcador dos veces. Hubo éxtasis cuando los Isles tomaron la ventaja, con gol de Anders Lee tras una sucesión de varios pases. Apenas pudieron disfrutar ese 2-1 parcial, ya que los Penguins aprovecharon otro power play para anotar. Gol de Malkin y volvieron a gritar los fanáticos Pens, quienes creían que podían llevarse el juego. De hecho, Pittsburgh jugaba mejor a esa altura. Hasta hubo tiros en los palos durante el tercer período. Pero el empate no se rompió y los 60 minutos reglamentarios acabaron 2-2. Había que jugar cinco minutos más y de acuerdo a las reglas del overtime en temporada regular, había que jugar tres contra tres. Pista abierta para la definición.

El tiempo adicional se resume en una jugada: contra ataque de los Penguins, Crosby se lleva el puck desde su propia zona y se va solo hasta a enfrentar a Thomas Greiss. Todos de pie presenciamos como Greiss se la jugó tirandose al hielo y en el acto, estiró su bastón para sacarle el disco a Crosby cuando buscaba amagar para sacar el tiro. Jugadón del arquero Islander, se llevó una ovación cerrada. Luego, casi en el final de la prórroga, Reiss se lució otra vez con una Glove Save. Se había convertido en figura, salvó el empate y el ganador tenía que definirse por penales o como bien se dice en la NHL, Shootout.

En la definición fallaron todos, Crosby incluido, con excepción de Bailey quien convirtió el último tiro de New York y fue suficiente para ganar el partido. Triunfo de los Islanders y su escasa afición sonreía respetuosamente, sin nada de burlas a la masa Penguin. Ya habían vencido a domicilio hace un par de días y ahora, volvían a hacerlo en su pista. Triunfos importantes, ya que estos equipos disputan el primer lugar de su división. Debo decirlo, fui a ver a Crosby pero terminé aplaudiendo a Greiss, quien fue premiado al final como el First Star del partido. Sus atajadas, aparte de útiles fueron espectaculares. Una experiencia muy agradable, viendo en acción a dos de los buenos equipos de la NHL disputarse un partido que llegó hasta la última instancia.

Debido a la prolongación del juego, todo acabó después de las 10 de la noche. Todo en orden y en calma, mucha gente al igual que yo tomando el metro de regreso a New York. Más tarde, pasé a comer a un local en Madison Avenue, que tenía varios partidos sintonizados. Me puse a ver NBA, Blazers contra Pelicans. Antes de la mitad, los Blazers ya tenían 70 puntos. Al sujeto que estaba sentado al lado mío parece que no le gustaba mucho partido ."There's no defense right now in the NBA", exclamaba con molestia antes de seguir hablando con el bartender sobre como y por quién apostar en los partidos de fútbol americano. En otra pantalla, había NFL: un chiste de partido, donde los 49ers se pasearon a los Raiders con un tal Nick Mullens jugando de mariscal en San Francisco. Un poco más lejos, había otro partido de hockey: los Rangers derrotando a los Ducks por penales, tal como en el partido que había presenciado hace poco.

Volví a engancharme con el basket. Mientras los Blazers llegaban a 132 puntos, en la parte baja de la pantalla pasaban noticias. Una de esas: "James Harden, doubtful for friday vs Nets". Me detuve en ese momento. Sabia que al día siguiente había basket en Brooklyn y al ver esa noticia pensé, si Harden no juega quizás haya gente que deje sus entradas o tal vez bajen un poco los precios. Supuestamente, el hockey iba a ser mi último partido. De pronto, me entró el apetito por un quinto partido. El jueves anduvo bien con el hockey en vivo, pero el viernes podría estar mejor. Se abrió la chance de un partido más en la gira.


Miguel Meléndez es el creador y responsable de Gringo Sports. Desde 2011 escribe artículos sobre los principales deportes norteamericanos. Además, es conductor y comentarista en el podcast de NFL Chile.

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